Gracias, Francisco, por humanizar la fe, por hacernos sentir que Dios camina con nosotros, descalzo y cercano. Que su mensaje siga iluminando los caminos de quienes creemos que un mundo más justo es posible. Nos enseñó que la Iglesia debía ser una casa con las puertas abiertas, una Iglesia que se arrodilla para servir, que escucha antes de juzgar, que abraza antes de señalar.
Despedimos al Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, el hombre que cambió el rostro del papado con su sonrisa cálida, sus gestos sencillos y su inquebrantable compromiso con los más pobres, los olvidados, los últimos.
Descansa en paz, Santo Padre. Te llevamos en el alma.